Me gusta el extrarradio, ser observador de ese espacio semi-vacío como si de una sala de cine de Hiroshi Sugimoto se tratase, rebuscar visualmente y encontrar lo que quiero mirar y cómo mirarlo. Posiblemente por mi condición física, mis tobillos y rodilla dan para lo que dan, mi hábitat fotográfico idóneo siempre ha sido la ciudad. No por ello considero que mi fotografía no sea de paisaje, me encanta perderme por las zonas periurbanas de las ciudades al más puro estilo de Robert Adams y admirar ese paisaje urbano “arrabalero” y toda la vinculación que posee con el ser humano, el paso del tiempo y la huella que ambos dejan sobre el mismo… igual es que siempre he querido ser un New Topografic.
No me interesa demasiado lo bello o lo que concuerda con los cánones de belleza visual. Una persona muy especial para mí me dijo un día que mi fotografía no era fácil y realmente tenía bastante razón. Estoy convencido que no será la que adorne tu sala de estar, sinceramente, y aún a riesgo de parecer un intransigente, tampoco es que me importe demasiado. Para mí la fotografía es una necesidad personal, siempre he dicho que si fuese un gran escritor igual no necesitaría de la imagen para narrar mis inquietudes, o sí… quién sabe… Como no es el caso, no lo puedo saber a ciencia cierta. García-Alix dice que él no es escritor pero sí muy leído, me fascinan sus textos y la manera de incluirse como un tercer personaje en “Moriremos mirando”. Creo que, salvando una modesta distancia, me siento en parte identificado con esa reflexión sobre la escritura… me gusta leer, pero solo soy fotógrafo…
Respecto a mi modus operandi a la hora de encarar un proyecto fotográfico, me encanta tener mi tiempo, “mi tempo” y dedicar, al igual que Sergio Larraín, todo el necesario a la contemplación antes de accionar el obturador. Soy feliz deambulando por la ciudad en su búsqueda, soñando que la encuentro, que encuentro esa imagen que concuerda a la perfección con lo que quiero expresar. Muchas veces me siento un poco como Diane Arbus, pero trasladado al paisaje urbano, buscando escenarios dispares con la intención de ensalzarlos. Realmente es algo muy mecánico, recorro el territorio hasta que el punctum barthesiano llega a mí, ahí me detengo y capturo la escena. Funciono de una manera muy introspectiva, espero no convertirme en un cuervo, como afirmó Masahisa Fukase, y no ser un vagabundo en la tiniebla, creo que prefiero seguir en la búsqueda de esa ventana iluminada frente a la que estuvo detenido Todd Hido o de esas cincuenta mil capas y trabas que entorpezcan mi visión para hacerme sentir Lee Friedlander y así encontrar un nuevo universo visual.
En lo referente a mis trabajos, normalmente dejo los proyectos sin final por si un día quiero regresar como Robe Iniesta. Creo que el hecho de dejarlos casi siempre abiertos me permite re visitar el trabajo. En muchas ocasiones este hecho ha conseguido que, cierta fotografía de un proyecto me ayude a preguntarme nuevas cosas y se convierta en la foto semilla de otro nuevo trabajo.
En mi profesión laboral tengo una virtud y una desgracia… trabajo como fotógrafo de arquitectura, dedico muchísimo tiempo a la fotografía, pero exclusivamente de manera profesional. Me considero un afortunado por poderme dedicar a lo que me gusta y más en los tiempos difíciles que corren. No soy, ni seré millonario, pero me gano el pan, que no es poco, y me siento realizado porque me encanta la arquitectura y creo que como autor es un campo fotográfico en el cual a los reportajes se les puede dar un estilo o una impronta propia. La otra cara de la moneda es que muchas veces me cuesta sacar el tiempo que realmente necesito, o me gustaría dedicar para mi trabajo autoral, puedo apostillar esto con un ejemplo: “Si trabajas de administrativo en una oficina, es muy difícil o debes tener una motivación muy grande, para volverte a poner frente a una tabla Excel un domingo por la mañana sin pensar… uff! ¿Otra vez lo mismo?”… en este aspecto me siento un poco bartleby… y me pregunto muchas
veces si debo dejarlo o esa fotografía que hice el otro día sería la última… Pero la necesidad de expresarme y contar con mi visión mi historia, o más bien utilizar la fotografía como ese canal que me ayuda a dar forma a mis inquietudes, poner en contexto las cosas que me pregunto y plasmarlas de una manera artística, me hacen no cesar en mi empeño de seguir fotografiando…
En ese aspecto, aparte de mi cabezonería, creo que hay varias cosas que me ayudan muchísimo a no abandonar. Lo primero a lo que haría referencia es a las maravillosas personas que a lo largo del tiempo he ido conociendo gracias a la fotografía, en el fondo esto es como una pequeña familia de “locos” y es fantástico, la verdad, he hecho muy buenos y muy grandes amigos. Otra cosa que creo que es fundamental, es que me encanta ver el trabajo de otros autores, es una forma increíble de crecer como fotógrafo, ver mucha obra y muy variada te incita mucho a seguir creando. Impartir cursos de formación fotográfica, los cuales me retrotraen por parte de mis alumnos, toda la ilusión que yo le dedico tanto a preparar las sesiones como al propio medio fotográfico, es algo que creo que es fundamental para mantener también esa llama viva. Podría enumerar muchas más cosas, pero por no extenderme demasiado, incluiré solo una más y es formar parte del colectivo Punto de Catástrofe, el grado de implicación, el cariño y la ilusión de cada uno de los otros seis miembros del colectivo tanto hacia la fotografía cómo hacia mi propia persona y mi trabajo fotográfico, me ayuda a seguir y a dar lo máximo de mí en cada proyecto en el que nos embarcamos. Muchas veces pienso que si no fuese por la ilusión que me genera todo esto, igual habría colgado la cámara o me habría declarado en rebeldía a ella.
Este texto debería estar publicado en nuestro blog hace un tiempo y, contra pronóstico, estoy reescribiendo esta parte el mes posterior a haberlo terminado. Realmente ahora mismo se está convirtiendo en una reflexión de autoayuda. Hace 44 días me fracturé el fémur y ahora mismo estoy en proceso de recuperación, ello hace que no pueda salir a fotografiar y me sienta como James Stewart interpretando a L. B. Jefferies en su apartamento de Greenwich Village. Para tranquilizar vuestra intriga, no, no me estoy dedicando a hacer voyeurismo desde mi ventana indiscreta, pero la sensación de impotencia para el desarrollo de la actividad que tanto me apasiona es la misma. Este periodo de abstemia fotográfica obligada, imagino que me servirá para volver con más ganas y de momento lo estoy utilizando para seguir formándome y pensar en nuevos proyectos.
Enrique Vila-matas es un fantástico escritor cuyas novelas tienen un sinfín de referencias a otros autores en las cuales bucear para encontrar muchísimos enlaces a otras nuevas lecturas. Es como un productor musical que utiliza el sampling y, de trocitos de otras canciones, te genera un nuevo universo en el que investigar. No soy Enrique Vila-matas, ni lo pretendo, pero me gustaría escribir tan bien como él. Este texto aparte de una reflexión personal, es un humilde homenaje a esa manera de escribir tan particular.
22/12/2021 at 20:47
…Y dice que no sabe escribir…
Transmites Jorge, y llegas a despertar mi novata alma fotógrafa y empujarla a seguir captando imagines. Cuídate mucho Jorge 🤗 abrazo
Maialen